viernes, mayo 28, 2010

Lo que pensamos y lo que quieren que pensemos

Dicen que el hábito monacal no define la vocación conventual y, que lo que vista al simio no cambia su condición de primate o la muy mentada referencia a la mujer del Cesar y su deber de hacer evidente su insinuada decencia. Atómicos ejemplos de cómo la sabiduría popular identifica la relación forma-esencia en la cotidianeidad sin embargo, es también conocido el límite de ese pensamiento lineal y empírico, del sentido común sumergido en el mar de los prejuicios y las preconcepciones del cual muchos se valen, intereses de por medio, que ya no solo se refieren a la vecina de la esquina a la cual poco o nada conocemos o al chismorroteo del barrio o sobre ese pariente que cayo en desgracia sino que, como era natural, trascendió a la esfera política e ideológica.

Hoy mas que nunca esto se hace palpable con los incontables casos de corrupción que se viven casi en vivo desde hace algunas décadas, la transmisión casi en tiempo real de los “indicios” a vista de nuestros propios ojos de la podredumbre de la suerte de dirigentes y vendedores de sebo de culebra de nuestra fauna política, periodística, empresarial, farandulera. Hasta los más marketeados como “probos” vieron encallar sus barcos morales ante la andanada de videos, destapes, ampays, delaciones, chuponeos, emails, mensajes de texto, etc. que los pusieron en evidencia. Ya no se sabe quien es el próximo, todos están bajos sospecha.

Moralmente no hay ni vuelta que darle, se es decente o se es corrupto sin medias tintas pero, mas allá de lo ético y moral hay algo que permanece latente durante todos estos años, de él han echado mano infinidad de veces nuestros muy celebres políticos y periodistas, nuestros lideres de (in)opinión, en uno y otro sentido, los malos como los buenos (al puro estilo del culebrón colombo-mexicano-venezolano), los ricos y lo pobres, los mas conservadores derechistas así como los mas revolucionarios izquierdistas. Solo basta recordar a la inefable Elian Karp al referirse a los blanquitos de Miraflores, o el fatídico “auquénido de Harvard” del democrático Sr. Flores o recordar a Bologna durmiendo en un muy conveniente momento en una modesta choza de pueblo joven. Lo tenemos casi implantado en un chip desde que nacemos socialmente como parte del mismo imaginario popular: Si eres rico (léase socioeconómico A-B), blanco (léase caucásico), educado y cuasi culto las casi leyes naturales te hacen de derecha, liberal o conservador pero de derecha al fin; Si eres pobre (C-D), cobrizo (léase mestizo) estas condenado a ser resentido social, revoltoso e ignorante. A estos dos se suman ahora los del medio, la clase media que se devanea por mirar uno y otro lado, armado con ese muy publicista y marketero aspiracional que no es mas que una suerte de snobismo técnico, tampoco escapa de estos clichés.

¿Será que si asumes una posición ideológica entonces tendrás que asumir el papel que te corresponde de acuerdo al imaginario popular? O sea, si soy simpatizante de Lourdes Flores, PPC, Solidaridad Nacional, Perú Posible, Fujimori o cualquier atomizado partido de nuestra más rancia derecha nacional ¿debería hacer gala de envidiables condiciones de calidad de vida y confort? O, si soy acolito de izquierdas ¿“debo”, cual San Francisco de Asís, dejar todo lo material, todas mis riquezas materiales y espirituales, caminar casi en andrajos emulando al mas radical monje zen incluso al dalai lama (el cual se aloja en hoteles de 5 estrellas además de otras comodidades) para andar tras mi sueño épico y romántico de libertad y justicia social? Evidentemente la primera opción es un tanto difícil pues elevar tus ingresos económicos no es cuestión de un “quiero” y listo pero aun así muchos pretenden lo que no son, en cambio, la opción de “dejo todo por mi prójimo” es mas aceptada popularmente e, incluso, es exigida a los proclamados como izquierdistas.

Mi difunta abuela, nacida a principios de siglo y quien no era rica ni nada parecido, lo primero que decía al oír la palabra “comunista”, no sin antes dar un salto hasta el techo, que eran “miserables, rotozos y herejes” no se si recordando la vida de Marx o las reivindicaciones económicas que planteo de esos miserables sociales. En los 70s el inolvidable Hugo Blanco, además de muchos otros hechos, ayudó a acuñar este cliché, si eres de izquierda estas condenado a ser folklórico, pobretón y miserable. Quien muestre lo contrario es totalmente descalificado para ser o parecer de izquierda y, si eres de derecha entonces eres pituco, “niño bien”, demócrata y hasta cuasi aristócrata (sic).

Desde entonces, desde el principio de las izquierdas (los jacobinos de la revolución francesa), las condiciones históricas de hace un par de siglos han devenido en argumento ad hominen recurrente para llamar consecuente o inconsecuente, aprobar o desaprobar políticamente a lideres progresistas. Recuerdo claramente una entrevista radial a Gloria Helfer, cuando esta era ministra de Educación, en donde le preguntan la razón de tanto cuidado personal y coqueteo con la moda en su condición de dirigente de izquierda de ese entonces, la extrañeza por la incompatibilidad de la posición ideológica y el cuidado propio de una mujer coqueta daban cuenta de los prejuicios antes mencionados. Hace unos meses este tema tuvo su pico mas alto con el “descubrimiento” del reloj Tag Heuer de $3500 de Ollanta Humala y sus vacaciones al Colca promocionadas gratuitamente por medios, el prejuicio se trasluce a través del cuestionamiento de solvencia para tremendos lujos todo gracias a esa prensa tan acuciosa y selectivamente observadora, cargamontón al que se sumaron los mas diversos coleccionistas de vigas en propios ojos justo en los momentos en que la corrupción enquistada en el Estado Peruano se embolsilla, no relojes o viajes que hasta un “humilde” periodista o profesional de clase media podría pagar con el oportuno crédito de alguna tarjeta, si no cientos de miles de dólares o hasta millones en faenones, lobbies con olor a coima y triquiñuelas o, usando asesores presidenciales para luego alegar demencia y aclamarse demócratas con alma (y métodos) de fascistas soterrados como ya sabemos. Son esas cuentas claras que hoy exigen a voz en cuello los “lideres de opinión”, cuentas que no exigieron con tanta insistencia y acuciosidad cuando hacían campaña pro “mal menor” del señor que no se sabe hasta ahora de que vivió en Colombia y Francia (Rómulo León ya nos dió algunas pistas) o auscultaron relojes, viajes y billeteras de muchos otros políticos en aras, por lo menos, de su tan publicitada “objetividad e imparcialidad”. Por milagro no dijeron que es narcotraficante haciendo gala del más peruano prejuicio pero si insinuando la cantaleta de la inyección de dinero de Chávez, su pretexto y cuco, objeto de obsesiones y paranoias (¡¿Qué sería si existiera la versión venezolana de USAID, una base militar en territorio peruano o invadiera un país por petróleo?!)

Más allá de la conciencia de clase, conciencia social, conciencia moral, lo ideológicamente pertinente y la esencia política hay intereses pragmáticos y directos que solo perciben detalles relevantes y prioritarios solo para sus intereses. ¿Es lo que pensamos o es lo que quieren que pensemos?