El Avirsón
Un día, un muy brillante y listo burro, de esos profundamente grises, de panza y de hocico de un muy cándido blanco como todos los burros, pensando en que su identidad estaba en tela de juicio ya que sus innegables y singulares capacidades creativas y discursivas merecían una nueva dimensión nunca antes vista, una que reflejara cabalmente todo ese potencial que lo definía como un ser único, de lo cual estaba muy convencido, decidió cambiar de nombre. No podía tener referente alguno puesto que, dada su inmensa habilidad y conocimiento de toda la fauna de la granja y aledaños percibía las cosas de una manera muy distinta, diferente, especialmente reflexiva y conscienzudamente filosófica.
En ese trance, en el mismo establo en que le habían crecido tan inquietas orejas, cual epifanía celestial se le ocurrió el más único de los nombres. Es entonces cuando decidió cambiar su destino y dejar de lado toda convención granjera. No más a los nombres harto conocidos, no más a las etiquetas de pequeños animalitos de granja, un hasta aquí a los rótulos encopetados y encasillantes; decidió que desde entonces sería nada más y nada menos que un gran avirsón.
Muy feliz y orgulloso de su nueva identidad, como nada que hubiera existido antes en la tierra, salió muy seguro de sí mismo a dar su diario vistazo a todos los demás animalitos que siempre se ocupaban pacientemente de sus quehaceres cotidianos. Su fama ya era conocida, era el burro que siempre estaba de acuerdo con todos pero a la vez en desacuerdo, siempre tenía un "pero" para todo pero, del mismo modo, llegaba siempre a las mismas conclusiones a las que contradecía. En resumen, nunca quedaba mal con nadie, se creía muy listo pues estaba "en todas". Y en verdad el burrito sabía mucho sobre muchas cosas, había seleccionado lo "mejor de lo mejor" y descartado todo lo "peor de lo peor", a veces ideas tan contradictorias entre ellas pero igual le servían y muy ufano las usaba de acuerdo a sus volátiles conveniencias.
Es entonces cuando se encuentra con doña gallina y toda la tribu de pollitos de la granja, ésta, muy atenta lo saluda: - "¡Muy buenos días, don burro!" - y a diferencia de otros días éste detiene abruptamente su paso, mueve sutilmente las orejas en dirección de pico tan atento y le dice: "mire usted, doña gallina, no soy más un simple y silvestre burro pues las etiquetas no son más que convenciones para tontos e ignorantes. Mis calidades y gracias me definen hoy como aquello que nunca verá usted sobre la tierra. Soy ni más ni menos que un gran avirsón." Dicho esto, con mucha seguridad en sí mismo y con el hocico en alto, continuó su paseo por la granja.
Acto seguido se tropezó con algunas cabras y ovejas que tranquilamente pastaban en el prado. Éstas, sin levantar el hocico, procedieron con el coral saludo matutino: "¡buenos días, don burro!". El burro detuvo su airado paso para de un solo rebuzno poner en claro las cosas ante tan borreguil rebaño: "¡Tengan buenos días, señores caprinos! les comunico que desde hoy vuestras comunes nomenclaturas no abarcaran mi tan noble existencia pues, esta nueva estirpe ha de merecer un nuevo nombre. Soy el gran avirsón para servirlas." El rebaño ni se inmutó, continuó cortando plácidamente la hierba como sin nada hubiera ocurrido.
Así fue como transcurrió el día en la granja, con el burro informando a todos sobre su nueva condición. Es entonces que llegó un nuevo huésped a la granja, el basilisco. Este, como todo todo recién llegado, curioso se acerca al gato y le pregunta sobre los inquilinos de la granja. El gato sin desperezarse contesto casi ronroneando: "bueno, puedes ver a todos en el prado, somos los que estamos: las gallinas y los patos, las vacas y ovejas, los caballos y las cabras.. ¡ah! y el burro huevón, que ahora se cree un avión."
"Si tiene plumas, pata y pico de pato, es un pato"
"Si tiene plumas, pata y pico de pato, es un pato"
"Ex nihilo nihil fit" (de la nada, nada sale)
Pronto parte II: el basilisco