martes, junio 04, 2013

Álvarez Rodrich y el Pensamiento Único en el periodismo peruano



http://www.larepublica.pe/columnistas/claro-y-directo/el-llanero-no-solitario-03-06-2013

De nuevo estamos aquí con el Pensamiento Único del tan fanfarriante circo del periodismo peruano. Esta vez uno de sus más insignes representantes, Augusto Álvarez Rodrich, que a falta de temas relevantes para el país usa el ya cansino sonsonete de la fatua venezolanización de la agenda presidencial y con ella la de nuestra nación.

La prensa peruana hace mucho que hace uso del conocido cuento del traje del rey con el que sagazmente enviste de poderes o miserias a cualquiera que le sirva para manejar muy sutilmente, a veces no tanto, la muy mentada agenda nacional y esto, obviamente, de acuerdo a sus ávidas necesidades de rating, es por lo que sus primeras planas, sensacionalistas y morbosas en todos los grados superlativos habidos y por haber, están plagadas de estridentes y surrealistas frases editadas muy convenientemente como quien vende detergente prometiendo celestial e impoluta limpieza.

Si bien puede ser o no justificado el hecho que el presidente Ollanta Humala reciba al ex candidato presidencial Henrique Capriles, el mismo que sitió la embajada cubana el 2002 siendo alcalde de Baruta, no solo por la tradición diplomática peruana sino por ser OH el presidente pro tempore de UNASUR, tal como lo menciona Alvarez Rodrich.

Sin embargo, ese tan publicitado talante “democrático de veracidad, objetividad e imparcialidad” de estos periodistas no les permite mencionar en ninguna de sus prolíficas columnas sobre Venezuela, en las que llaman desde “dictador” hasta “King Kong que hoy mangonea Venezuela” a su presidente pese a todas las elecciones ganadas democráticamente y reconocidas por organismos internacionales, a los 11 muertos producto de la violencia promovida por la oposición venezolana después de las elecciones presidenciales del cual Henrique Capriles Radonsky es el directo responsable. En ningún momento estos acuciosos hombres de la comunicación social peruana exigen alguna investigación por la muerte de estos seres humanos.

Alvarez Rodrich, como Rosa María Palacios y toda ese “selecto” grupo de periodistas que no escatiman discurso para dejar muy en claro su más “altísima y carísima vocación democrática”, olvidan muy convenientemente esos 11 muertos (8 el día mismo de las elecciones, entre los que habían también menores de edad) producto de la violencia opositora venezolana, de las convocatorias a marchas y al “cacerolazo” hechas por la oposición que desencadenaron en violencia y destrucción de centros médicos esperando, quizás, la respuesta violenta o militarización del país por parte del gobierno para alegar así el supuesto “autoritarismo” del gobierno chavista. Provocación que no le surtió resultado.

¿Por qué estos periodistas no se incomodan con la desaparición y asesinato de dirigentes campesinos en Colombia? ¿Por qué no ven peligrar la “estabilidad” de la región con los altos grados de corrupción en países con fuertes injerencias norteamericanas donde hay desapariciones forzadas y se encuentran fosas comunes como es el caso de Colombia o México? ¿Por qué no les preocupa la “democracia” de países en franco camino a la quiebra por los altísimos niveles de corrupción, como España, Italia, Grecia y otros en Europa, y sí Venezuela y su petróleo? ¿Por qué a estos “paladines de la democracia” les preocupa poco o nada la situación de las dictaduras en países como Arabia Saudita o Bahrein y su petróleo, o la situación de Turquía, entre muchos otros?

Y regresando a nuestro país, ¿Cuál es el obsesivo afán del periodismo peruano de venezolanizar la agenda nacional? Si fuera mal pensado diría que le hace el juego a la más recalcitrante derecha peruana teniendo como buen pretexto el muy manoseado, a su total antojo, rating pero, como no lo soy sólo diré que los dueños de los medios en los que laboran tan diligentemente estos sesudos periodistas tienen sus propias preocupaciones, lo cual me recuerda el accionar de FEDECAMARAS y los medios de comunicación en el golpe de estado del 2002 en Venezuela. Qué raro, ¿no?